viernes, 21 de noviembre de 2008

ENTRE CORTOS Y ASESINOS






      Estoy metido en mitad de un asesinato y no acabo de resolverlo. He empezado a escribir un misterio agatacristiano y no es fácil aunque si seductor. Además lo he complicado más de lo previsto: se descubre la asesina  de un crimen sin resolver leyendo un relato de amor. Lo he situado en el puerto de Nantes, una referencia ya para mí desde aquella tarde con la inteligente mamá del líder Manu Chao.  En estos días vaca-accionales me atrevo hasta con lo clásico y policial. Pero nunca me atrajeron demasiado las novelas policiacas, debe ser una cuestión sexual, intuyo. 
      Nunca había certificado que un matrimonio de conveniencia no es de conveniencia. Esta mañana lo he hecho. Una montaña en África se trae un blanco de Copacabana, ¿puede haber mayor conveniencia?. Lo de la mezcla de las razas no está aún muy logrado, hay que experimentar aún más hasta conseguir colores más vivos. La hermana de la montaña de África tiene en su casa otro color y no acaba de quedarle blanco blanco y por más que el de Copacabana razonase, no había forma. ¿cómo es posible que en la foto familiar aparecen todos negros negros y en medio un niño rubio rubio? No me gusta eso, dice. 
       Empezamos el corto hoy con mi compañía residente. Por lo rodado hasta la fecha me gusta más el trasfondo que el fondo. Ya veremos. Curiosamente (¿curiosamente?) muchas de las escenas inventadas están resultando ya vividas, basado en hechos reales. Por la tarde se nos une una becaria muy lista que aporta visiones diferentes. Y las acepto. Repito. Y las acepto. La peli va de cruising, mentiras y cuñadas. Cuanta mentira Manolo, cuanta mentira. 
    Esta mañana cuando estaba en el juzgado para acreditar que un matrimonio  era conveniente y real; he asistido a una situación que si la veo en una serie de la tele no me la creo,  pero como la he visto y oído con mis ojos y mis orejas no he tenido más remedio que admitirla como real. El abogado de una de las partes me ha ayudado a  entenderlo. Un día, hace ya mas de  un año, un camionero se detiene en un club de carretera, hace el amor con una puta, y al terminar e ir a pagar, la prosti le pide al camionero que no le pague y a cambio le haga un pequeño favor. Deberá llamar a un número de teléfono y decir a quien se ponga solamente una frase: "lo de la Adriana está en el bar La Golondrina". El camionero a pesar de ser buena gente  (la puta se ha dado cuenta) desconfía del encargo y prefiere pagar por los servicios prestados, no se fía mucho del oscuro mundo de la prostitución. La puta, que era española, de Badajoz, logra convencerlo, y engañarlo, diciéndole que no es nada malo y sólo se trata de un bolso que una hermana suya había extraviado y que ella no podía llamar porque su familia está enfadada con ella por dedicarse a lo que se dedica. El honrado camionero la cree, cumple el encargo, y hace la llamada desde su teléfono móvil. 
   Eso pasó hace más de un año, y hoy se celebra un juicio en el que el camionero está acusado de cómplice de asesinato de una prostituta brasileña llamada Adriana cuyo cadáver fue encontrado emparedado en los sótanos del restaurante La Golondrina situado en la carretera de Madrid. La policía tenía intervenido el teléfono al que llamó el camionero por encargo de la prostituta. En realidad el mensaje que transmitió no era otra cosa que el lugar exacto donde estaba enterrada una prostituta desaparecida hacia tiempo. La policía le localizó por el número del movil y cuando declaró que él sólo se había limitado a hacer un favor a una prostituta con la que había estado, esta desapareció y nadie supo, o quiso saber  de ella. Desde entonces ha estado en la cárcel y hoy su abogado espera que el juez crea la verdad, su verdad. Porque la familia de la prostituta asesinada cree firmemente que el camionero es el asesino. De la otra, de la puta de Badajoz, nada se sabe, ni siquiera si de Badajoz. 

1 comentario:

Anónimo dijo...

¿Cuando sale el del sábado?