lunes, 27 de octubre de 2008

= LOS DÍAS DE LAS LAGRIMAS Y LAS VACAS MUERTAS




Cuando tengo ganas de llorar y lloro me quedo bien.  He visto Camino, estaba sólo en el cine, un lujo. Una historia triste y alegre, de fanatismos y dudas, de amor y desamor. He disfrutado a pesar de haber echado lagrimas. Hoy (y ayer casi) ha sido uno de los peores días de esta nueva e insegura etapa de vaca-acciones. Todo el día triste, hasta la comida, hasta el perro, hasta yo. Sufro sensaciones emocionalmente perplejas y ansiedades que se agarran al estomago y me quitan hasta los pequeños placeres. La soledad de estar solo voluntario es muy puta en estos días de altibajos y subebajas. ¿Merecerá la pena el precio? ¿Es sólo culpa de la impaciencia? Desde el primer día ya quería saber cómo iba ser el último. Siempre temo que las sombras de mis sinsabores y pesadumbres  alcancen  a quien no deseo que ensombrezcan. Siempre me dio miedo el compromiso del dolor, el reparto de la tristeza, el compartimiento de las dudas. ¿Realmente sirve para algo, además de soltarlo? He sido incapaz de visitar a la raíz y a la sangre y a los genes. Y tampoco el cementerio. He ido al cine en su lugar. Mañana iré, lo necesito.   Cuando estuve yendo a un entendido, lo único que consiguió fue descubrirme otro enigma. ¿He sido valiente? Un valiente gilipollas, pero valiente (y gilipollas). Hoy está siendo un mal día y punto. 
  Ayer fui de nuevo a la sierra. A pasar el día con el pintor del nosexo que ahora vive allí. Me encantó su casa de película de terror o de comedia, sirve para ambas cosas y para más. Igual que él. Comimos con una mesa al lado ocupada por una gran mujer comunicadora  y un pequeño hombre sin palabras. Hablaba y hablaba, gritaba y gritaba y su boca parecía un megáfono, todos en el comedor comimos sopa de letras de la gran mujer comunicadora. Cuando mirábamos a la mesa-miting porque estábamos hartos de tanta sopa de letras, el pequeño hombre sin palabras que la acompañaba nos decía con los ojos: mi plato está más lleno. Para hacer la digestión nos fuimos a la dehesa profunda e interior. Había vacas y setas. Prefiero comerme una vaca a una seta. El pintor del nosexo hacía planes de cuento con anticuá: aquí pondremos la casa, allí la charca. Se nos unió  el cuidador de las vacas, necesitaba comunicarse con otros animales, nosotros. Nos llevó al lugar donde pastaban todas las vacas. Bonita imagen. Encima de nosotros volaba un buitre. Según el cuidador andaban buscando comida. Los buitres sólo comen carne.  Había también un becerro joven, deseado por nosotros y también, según nos hizo ver el cuidador, por los buitres.  En un descuido el becerro resbaló y se hizo una herida. Al momento creció encima de nosotros la familia de buitres. Huelen la sangre desde muy lejos.  Uno de ellos en un vuelo rasante, rápido y limpio picó al becerro. La vaca-madre se percató del peligro. Lamió intensamente al chotillo para secar rápidamente la sangre. No le dio tiempo. Cuando el hambre ataca a un carroñero, nada impide intentarlo. Aparecieron más de 20 y se lanzaron cómo un ejercito desesperado contra el objetivo . No duró más de cinco, minutos... el festín canibal. Asistimos a la segunda comida del día atónitos e incapaces de impedirlo a no ser a que nos quisieramos formar parte también del menú. No quedaron ni sus pequeños e incipiente cuernecillos. Si es entre animales no se llama canibalismo, ¿no?. La naturaleza en su máxima expresión. Y nosotros mirando.

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