domingo, 5 de octubre de 2008

=campo, danza, cemento e imbéciles




Si nosotros salimos al campo los domingos, somos domingueros ¿no?. Con toda la razón me criticaba mi sobrina cuando me quejaba de lo mismo que yo cometía.  Este domingo de nuevo, y por suerte, pueblo, comida, perros  y campo. Está muy bien. Hace tiempo me volví a enamorar del campo. Es parte del sueño de la libertad y de la liberación temporal. Por desgracia siempre se regresa al no-campo. ¿Algún día?. Hoy es mejor, mucho mejor. Los días antes del lunes son también las horas previas al horario forzado. Hoy no. Algo he ganado. Luego vendrán las rebajas flacas de la memoria. Pero hoy que me quiten lo acampao. Desde que estoy aquí se descubre que lo cotidiano también se altera pero no se aprecia. Desde aquí lo valoro en su injusta medida del tiempo, pero también lo valorizo e incluso lo cotizo. Me gusto/a.  He ido además de al domingo, a la danza. Moderna y bella en una nave industrial. Qué feliz unión entre la industria dura y el arte. Es un magnifico envoltorio. Es como envolver con cemento un bombón de chocolate. Ballet, arte tardío pero muy agradecío. Fascinación, sugestión, curiosidad y pericia en movimiento. (Marta Carrasco, qué hermosa eres agua. Cesç Gelabert arquitecto del cuerpo). Princesas bailando sobre música cercana. Es una caja de música que al abrirla aparecen cuerpecitos, cositas y trajes.  Todo perfecto, todo redondo. Pirueta. Las bailarinas parecen tan de cristal ¿serán igual de transparentes?. En la puerta encuentro viejos soportados e insoportables (curiosa observación: si es tan cruel ¿por qué eres tan amable con él?), sugestivos deseados de días lejanos, y hasta un lobo. Hay cosas que nunca cambian. Impotencia.  Al terminar la función hablo con la vieja maestra de las manos. Siempre me pareció algo bruja. Esa mirada. Me presenta a otras brujas, intuyo. La hija de una de ellas ha sido una de las danzarinas tiernas. Y creo que la conozco de algo. Efectivamente. Su madre confirma sin querer lo que yo creía saber. Meto la pata. Llama a la hija. Nos miramos. ¿Tú? ¿Tú?. Huye llorando. Dios dios!! Trágame tierra!!. La madre de la que ha bailado y me ha reconocido y me ha maldecido, se da cuenta de todo. Se dirige a mí. Me insulta. Sube la voz. Todos miran. ¡Dios!. Pégame de una puta vez  madre ofendida. Vaya tortazo. Cómo pican las tortas en la cara. ¿Habré pagado ya mi pecado de tontitud con una fea que ahora se ha convertido en cisne?. Todo no sigue igual. Cuando un domingo termina en tortas, un lunes empieza en besos. 

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