martes, 30 de diciembre de 2008

NOCHEVIEJANUEVA Y EL TAMAÑO EN EL PUEBLO






      Hoy es el penúltimo día de este año. Los años no acaban el 31 de diciembre, los años acaban cuando uno quiere que acaben, al menos en mi caso. Todos los años oficiales (del 1 de Enero al 31 de diciembre) tiene a la fuerza algo diferente al anterior. Este año para mí ha sido un año insólito (por denominarlo de alguna manera) y especialmente los últimos meses. Jamas había sentido las sensaciones -buenas y malas- que he percibido en estos últimos días del año oficial.       Mi vida personal se ha resentido por supuesto, pero ha sido sobretodo mi vida profesional la que más se ha descalabrado, y lo más curioso de todo es que a veces me ha gustado que sea así. Aunque también he maldecido el abuso, el  error, la sinrazón y el atropello del que he sido víctima. 
   Si tuviera que resumir muy muy mucho a que me he dedicado sobretodo estos últimos meses de vaca-acciones diría que a la mente y al cuerpo. Y he disfrutado mucho. Por la mañana el intelecto y por la noche lo otro. 
   Ayer de nuevo fui a ese gran almacén que vende salud o curación, y a veces muerte. Es un gran centro comercial y estatal lleno de dolor y de esperanza. Y como todo gran centro comercial que se precie lleno también de escaleras y ascensores. Nunca me gustaron los hospitales -ni los centros comerciales- y creo que si algún día ingreso ingresaré poco. 
  Mi tía/presidenta de una de mis patrias hoy se va a su reino, no está bien del todo (los hospitales nunca curan bien del todo), pero dicen que mentalmente estará en su casa mejor ¡pues claro!. Allí presencie una espantosa discusión de uno de sus hijos (infame y radical) con otra de sus hijas (hermosa y virtuosa). La familia a veces es un campo de batalla con refugiados incluidos. Siempre amé y admiré a esa prima, en la infancia fuimos los dos patriotas de la misma patria. Ahora la admiro también aunque yo no seamos ciudadanos de la misma patria.  
   Y allí en el centro comercial-hospital estaba también otra familia de alguien que me huye y me busca, me reclama y me espanta, me atrae y me repele... y a pesar de todo, y no sé aún muy bien porqué, le quiero y creo que siempre le voy a querer. Es raro, es por eso. 
   Y mañana íbamos a ver el primer amanecer del año (oficial) en el mar. Pero ya no van... Yo no lo sé. Me encantan estas situaciones y especialmente cuando todos celebran ese final de año oficial.  El año pasado vino alguien de Barcelona, que apenas conocía y pasamos las 12 de diciembre también en el mar de aquí al lado. El anterior fue fantástico lo pasé con ese que amo y no amo quiero y no quiero, en un casino lleno de chinos, y genial y distinto, es decir soberbio.  Recuerdo otro año que en vez comer uvas comí sexo. ¡Viva esas nocheviejas!.
   Hace muchos años me fui al pueblo a celebrar el ritual del año viejonuevo. La fiesta era en un cobertizo en mitad del campo, rodeados de ovejas, vacas, burros, algún caballo, gallinas y creo que también había cerdos (animales).  Y luego gente del pueblo, amigos de mi patria que no veía hace tiempo. La cosa fue bien. Pero recuerdo algo que pudo haber terminado mal. Cuando ya todos estábamos muy alegres gracias a esas medicinas con alcohol que todo lo curan (aunque luego lo vuelvan a enfermar). A alguien se le ocurrió que podríamos jugar a las prendas, un viejo juego pseudo erótico juvenil que consiste en ir quitándose prendas (ropa) según se vaya perdiendo. Yo tenía un poco de recelo a pesar de tener ya algún litro de alcohol encima, los demás probablemente tenía el doble, pero yo para estas cosas del sexo soy muy egoísta, es decir cómo mucho dos.  Y allí estábamos, creo, 10 personas. 
   La que más interés tenía en que jugáramos era la hija del pastor que cuidaba los animales que allí habían. Era una chica algo gordita, estaba trabajando en Madrid y todo el mundo comentaba el cambio que había dado desde que se fue del pueblo a la ciudad. Es lo que tiene. 
  Comenzamos el juego y al principio todo normal. Cada uno/a se iba desprendiendo de correspondiente prenda y aunque fuera hacía frío, dentro había una buena temperatura gracias a la enorme hoguera que habían preparado. Hubo un momento en que una de las chicas (del pueblo, este dato es importante) se tuvo que quitar el sujetatetas... Y se lo quitó. Después otro se quedó en calzoncillos, otra en bragas, yo también (aunque me costó, era el único que no vivía en el pueblo además de la hija el pastor). 
   Y finalmente alguien tuvo que quitarse la prenda más intima. En este punto del relato de los hecho tengo que aclarar que dos de los participantes eran casi pareja, estaban tonteando como se dice en el pueblo. 
   Al final todos menos uno estábamos en pelotas (casi hora y media después de haber comenzado el juego). Pero el uno que aún permanecía en slip, perdió y tuvo que quitárselo. Y aquí llegó el lío (por llamarlo de alguna forma). 
  Lo resumo para no hacerlo más largo y porque tengo prisa: la tía que estaba medio tonteando con el tío y estaban apunto de hacerse novios formales (esto en los pueblos lleva su tiempo y su ceremonia) había hecho el amor ya con él. O eso creía. Porque resulta que al verle la polla a su medio novio va y le pregunta: ¿pero tú siempre has tenido el pito así...de pequeño?. El novio y todos los que allí estábamos nos quedamos de aquella manera al oír la preguntita. "Pues claro" respondió tímido el novio. Entonces la chica con cara algo descompuesta, se dirigió a otro de los tíos que allí estaban, y que por cierto tenía una polla bien grande, y le dijo: "Por favor ¿puedes salir un momento fuera conmigo que tengo que preguntarte algo en privado?". Todos nos miramos algo confundidos. Se pusieron algo de ropa y salieron.  Un rato después volvieron y no comentaron nada, y la fiesta continuo más o menos normal. 
  Al día siguiente la chica y medio novia, me contó lo que había pasado (yo era el único que no vivía en el pueblo y eso le daba más confianza para contármelo). La historia fue la siguiente. Hace unos meses, en verano,  en la boda de unos familiares casi todos se habían emborrachado. Y la chica víctima del alcohol y la calentura no se puedo resistir y folló con su prometido. O eso creyó ella. Porque lo que más recuerda de aquella noche de amor era el tamaño del miembro viril del que pensaba que era su novio. Pero el juego de las prendas le aclaró que en realidad no había sido así, y que con quien había follado era en verdad era con el amigo de su novio. 
     La vida en los pueblos es una película

1 comentario:

la perone dijo...
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