viernes, 9 de enero de 2009

Estoy de gira y la historia del masajeador.





        Hace dos días se produjo una situación singular en mi vida pseudoprofesional. Fui al teatro de Badajoz a una rueda de prensa como creador y no como organizador o patrocinador, que ha sido lo habitual y lo que he hecho siempre en las ruedas de prensa. El haber escrito una canción para el nuevo disco de Manuela Roque me está convirtiendo en algo que hasta ahora no había sido (y mira que he sido cosas) y tengo la sensación de estar de gira con ella. El otro día en el teatro de su pueblo me sacó al escenario, luego rueda de prensa y esta noche presento su concierto en Badajoz. Ya te digo estoy de gira, como letrista de una cantante. 
       También hace dos días y por el mismo motivo sonó de nuevo mi voz en la emisora de todos y que está pasando tiempos convulsos. Me entrevistó por teléfono el hombre de la cultura que ni es aburrido ni es pedante, es divertido y de Trujillo. Me sentí cómodo hablando en esa mi antigua casa y la casa que espero vuelva a ser de nuevo de todos y con todos. Y luego recibí la llamada y así me he quedado. Me vino bien porque me levante muy mal, muy mal.
      Estoy empezando a querer a la ternura y al abrazo, y no sé si ahora me conviene un compromiso, aunque lo desee. Pero a los deseos del corazón no siempre hay que hacerles caso ¿O si? ¿O no?. Comimos un pollo asado, nos abrazamos y tan anchos. Me gusta. 
     En la entretenida merienda de una tarde pasada lo pasé bien, pero lo cortes no quita lo valiente. En la divertida merienda (con buena anfitriona incluida) alguien adquirió un compromiso y un día después lo rompió. ¡Qué feo!. Siempre he mantenido que los compromisos tienen mas obligación entre amigos que entre profesionales. Hoy el de la calle Caleros (qué también los incumple de vez en cuando) le justifica argumentando un mal momento en su actual vida..¿Y yo qué?.
      En vaca-acciones no he regalado nada de reyes, no sé si puedo, pero no me atrevo. Ellos conmigo sí. Les debo cariño, porque el cariño no está de vaca-acciones ¿O sí?. 
     He creado dos nuevo vídeos, y van.......  Uno de amor puro voyeur entre palomas y piedras y otro entre piedras y sacos de amor comprometido con la pobreza, y suena a demagogia. 
     Cómo tengo problemas con la espalda (me paso horas aquí delante e imagino que con la espalda mal puesta), me ha regalado mi querida familia un aparato para masajear dicha parte del cuerpo. (Y yo nada). Y está muy bien. Parece que tengo atrás las sabias manos de un chino, un chino grandote, y para mí solo. 
  Cuando traje a casa el masajeador que ocupa una caja muy grande, me encontré en el portal con un vecino ya mayor que vive en mi propia planta frente a mi puerta. Él salía y yo entraba. Él también portaba una caja grande. Al verme, primero me saludó cortésmente y luego al fijarse en mi caja  dijo: "Perdona mi curiosidad ¿pero eso que llevas ahí es un regalo de reyes?". Sí, le contesté, efectivamente me lo han traído lo reyes. Entonces el vecino me preguntó que de que se trataba, y le conté lo que era, no me importaba. Ante mi descripción del regalo, él se quedó pensativo y a continuación me contó lo que le acababa de suceder. Resulta que le había regalado a su mujer también un regalo por reyes, en este caso había sido una plancha de cocina que él había pensado que a su esposa le iba a hacer mucha ilusión. Pero se había equivocado, no le había hecho ni pizca de gracia argumentando que a ellos no le hacía ninguna falta un aparato de esos y que además ya no le cabían en la cocina tantas cosas. Y su mujer, que tenía carácter, le había obligado a devolver el regalo. Y a eso iba cuando me lo encontré en el portal de la casa. 
      Él seguía convencido de las ventajas de la plancha y sobretodo de que les iba a venir muy bien para su necesaria dieta sana, pero.... 
    Luego  me propuso hacer un intercambio temporal de regalos. Es decir él me dejaba su plancha y yo a cambio le prestaba mi masajeador, ya que ella, su esposa, sufría de vez en cuando problemas también en la espalda. El cambio sería sólo por unos días hasta que su mujer se cansase del aparato mío y echara en falta su plancha. ¿Y cómo va a conseguir esto? le pregunté. Muy fácil, me dijo. Sólo tengo que engañarla un poco y todo saldrá bien.  Por supuesto quise conocer algo más de su plan, tenía derecho ya que yo, o más concretamente mi regalo, formaba parte de la estrategia. Y lo que había pensado era lo siguiente. Cuando su mujer estuviera dándose un masaje tranquilamente, él le iba a provocar con unos cables una pequeña descarga eléctrica en el cuerpo, así ella se asustaría y le obligaría a devolver ese regalo "maldito y peligroso". Entonces él le diría que sólo podría cambiarlo por la plancha de cocina, a lo que ella no tendría más remedio que aceptar. 
        Le advertí del peligro de su arriesgado plan pero él no vio peligro alguno.  
       Me dio pena del pobre hombre y vecino, y accedí a participar en este extraño intercambio que deseaba que saliera bien. Le di el masajeador y me fui a casa con una plancha de cocina. Ya ves. 
   Esa misma noche vino casa a hacerme una visita y a enseñarle  el regalo (el masajeador) a unos amigos, la persona (o sea mi hermana) que me lo había regalado. Tuvo el detalle al menos de llamarme antes por teléfono, gracias a lo cual me dio tiempo a ir a la casa del vecino a por mi regalo. Pero... el vecino no estaba, sólo estaba ella, su mujer. Ante la situación creada no tuve más remedio que improvisar. Le pedí a la buena (o mala) mujer que si me podía dar unos ajos.. Mientras ella fue a la cocina a buscarlos, yo por mi parte busqué mi masajeador. Lo encontré en el salón encima de una sillón preparado para su uso. Finalmente y por no extenderme más le dije que tenía unos dolores terribles de espalda, ante lo cual ella me habló su magnifico regalo de reyes ideal para las molestias de espalda. Yo entonces le dije "no podría dejármelo un rato a ver si me alivia un poco estos dolores que me están matando". Y ella contestó "Si quiere lo puede probar aquí en mi casa, pero no puedo dejar que se lo lleve porque a mi marido no le gusta que deje estas cosas a nadie, es muy suyo y se puede enfadar". ¿Y si yo hablo con su marido? le pregunté. "No vendrá hasta mañana se ha ido al pueblo con mi hija". Vaya situación, no puedo llevarme una cosa que es mía. ¿Qué hago?. Imaginación. 
      Me fui a mi casa y preparé unos cables para un pequeña descarga eléctrica. Iba a poner en marcha, por adelantado, el plan que tenía su marido. Una vez preparados, volví a casa de la vecina. Le dije que lo había pensado mejor y cómo los dolores no se me quitaban había decidido probar "su" (mi) masajeador.  Pero le pedí por favor que antes lo probara ella para ver como funcionaba aunque su mecanismo era muy simple, sentarse encima y darle al botón. Aún así le pedí que lo hiciera delante de mí. Ella accedió y cuando llevaba unos minutos y sin que se diera cuenta enchufé mis cables y los dirigí a su cuerpo. Y ese momento le dio tal descarga eléctrica (no había calculado bien) que se levantó como un cohete del masajeador maldiciendo al aparato  y a su marido por ese regalo que a punto había estado de matarla. Aproveché y me ofrecí intentar arreglarlo pero en mi casa. Ella por supuesto accedió mientras seguía insultado y quejándose el dichoso masajeador. 

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