

Primer nuevo día, primer nuevo lunes. Definitivamente debo ser ya un maduro. Antes no me detenía tanto en pensar como comenzaba una nueva etapa en mi vida. Bien es verdad que la de ahora no ha sido elegida, las demás todas. ¿Eso significa tener suerte? Eso significa tener cojones, aunque en esta nueva situación creo que tengo menos, cojones. Me he levantado a las 14 horas. He arreglado la percha de un armario que llevaba estropeada por lo menos 5 o 6 años. Increíble pero cierto. Durante estos 5 o 6 años pasados no he tenido media hora libre para arreglar esa percha. Conclusión: el tiempo es un estado mental no físico. Hoy que oficialmente no tengo nada que hacer, te tenido tiempo para la percha. Estoy hecho polvo. Me ha gustado hacerlo pero me siento ridículo por esperar 5 o 6 años a estar sin hacer nada oficialmente para arreglar una percha. Esto hay que celebrarlo. Me he dado un homenaje. He ido a visitar a la señora María. Una mujer que conocí hace más de 20 años. Es una indigente. En silla de ruedas la conocí y en ella sigue. Está internada en un centro de monjas caritativas (¡ja!). Hacía varios años que no iba a verla. Aún me reconoce, es sorprendente. Es una de las mujeres más elegantes que conozco. Es pobre, no tiene nada, viste fatal, es fea, su pelo es horrible y sucio, y encima es invalida. Pero es la mujer más elegante que conozco. Creo que nunca la he besado. Hoy lo he hecho y ella me ha rechazado. Me ha mirado como diciendo ¿qué coño estará celebrando?. Es lista. Le he pedido a las monjas que me dejen darla de cenar. No se ha cortado un pelo en comer como lo hace siempre, de forma asquerosa. Cuando ha terminado le he dado la sorpresa que ella ya esperaba. Un huevo kinder, de esos de chocolate con regalo dentro. Se lo he abierto y venía un avión que al hacer rodar las ruedas de aterrizaje se le movían las alas. No me ha hecho más caso y me he marchado. La pesada de la monja me ha vuelto a pedir dinero. Cómo le tengo que decir hermana que yo también soy pobre ahora. ¡Pesada!